Galería | La muerte de una lengua: Sixto Muñoz, el último tinigua

Escrito por Mateo Medina Abad

Hoy, cientos de pueblos que luchan contra su exterminio cultural y físico, han encontrado en su lengua el camino para sobrevivir. Este es el caso del pueblo jiw, en el Guaviare, que ha hecho del jiwjame su bandera. Pero mientras en el resguardo Barrancón se escucha a niños, niñas, adultos y abuelos hablando jiwjame, una lengua se escucha por última vez: el tinigua. 

Allí, a pocos metros de la Maloka del resguardo, vive Sixto Muñoz, el último tinigua. Mientras su lengua da los últimos respiros, la de su hijo y su nieto, ambos del pueblo jiw, lucha por sobrevivir. Conoce sus historias y cómo, con el proyecto de Derechos en el Territorio, el jiwjame sigue fortaleciéndose.

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Sixto Muñoz representa el legado tinigua, un pueblo cuya voz está cerca a desaparecer. Hace 17 años perdió a su hermano, Criterio, y ahora es el último hablante de su lengua, la última representación de su cultura y su identidad. Según la UNESCO, en el mundo cerca de 100 lenguas han desaparecido. Hoy existen 400 lenguas amenazadas y 52 de estas son solo habladas por una persona. Cada 14 días muere un idioma y de seguir así, miles de lenguas desaparecerán. En Colombia, cuatro se extinguieron y 12 más están en situación crítica.

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Hoy Sixto vive con poco, y anhela su casa en la Serranía de la Macarena (Meta), donde vivió la mayor parte de su vida y es el lugar a donde huyeron los tinigua desde las sábanas del Yarí, en medio de la violencia partidista, la que en 1949 le arrebató a Sixto a cuatro familiares. Se dice que ese año murieron 300 tinigua.

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Fue entonces cuando Sixto y su hermano huyeron, y utilizando los conocimientos en pesca, agricultura y curaciones, que aprendieron de su padre, vivieron de lugar en lugar. Desde la Macarena, hasta las selvas del Guaviare. En la foto se ve el río Guaviare, que Sixto navegó durante la mayor parte de su vida.

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En la actualidad Sixto vive en San José del Guaviare, en el resguardo Barrancón (foto), con uno de sus hijos, Enrique Flor, y sus nietos y bisnietos. Pero ellos a diferencia de Sixto, crecieron como jiw, un pueblo indígena, antes nómada, que recorría los departamentos del Meta y el Guaviare. Sixto, según cuenta, vivió algunos años entre ellos. A pesar de su edad, 96, recuerda su vida con claridad.

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Como los tinigua, los jiw también están amenazados. Ernesto (foto), como su padre, también ha estado perseguido por la violencia, en Barrancón muchas de las familias vienen desplazadas de otros resguardos. Durante años los jiw han tenido que sufrir las consecuencias de la guerra.

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Pero este pueblo ha resistido con una herramienta clave: su cultura y su lengua. Incluso, muchos de los jiw solo hablan jiwjame y mantienen las costumbres de un pueblo ha sabido luchar contra la adversidad. Tanto los mayores, como los niños, se expresan en lengua. En la foto se ve una abuela del resguardo que solo habla jiw.

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Los jiw luchan por su cultura, pero eso solo ha sido posible por la unión entre las comunidades y por las apuestas de sus líderes en la defensa de sus derechos. Una apuesta que se ve reflejada en la iniciativa Derechos en el Territorio, un proyecto que busca acercar a los pueblos étnicos a las decisiones de la Corte, en lengua. En la foto se ve un niño jiw jugando al borde el río Guaviare.

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El proceso de construir la iniciativa Derechos en el Territorio es fundamental para que las comunidades conozcan más de sus derechos y para preservar sus costumbres. Allí, curiosamente, aparece Cornelio Flor (izquierda), el hijo de Ernesto y el nieto de Sixto, quien fue el traductor a jiwjame en el proyecto, y el encargado de compartirle a la comunidad las cartillas y documentos en jiwame de las sentencias

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Cornelio conoce su lengua como pocos: además de hablarla a la perfección la lee y escribe. Durante el taller que lideró, la comunidad pudo reflexionar sobre la importancia de los derechos y el uso de la lengua para pervivir en el territorio. Para que las futuras generaciones de jiw sigan hablando en lengua y cuidando las costumbres.

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“Lo que me llevo es que es una herramienta en lengua para defender nuestro territorio, nuestro medioambiente y los derechos fundamentales que tanto nos vulneran. Estas herramientas nos permiten cuidar el pueblo jiw. Nos permiten pervivir en el territorio”, dijo Felipe Castro, líder de la comunidad después de conocer la iniciativa.

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Hoy, aunque la voz de Sixto no tiene la misma fuerza y aunque sea la último tinigua, la lengua de su hijo, sus nietos y sus bisnietos sobrevive gracias al trabajo del pueblo jiw, que lucha para que en el territorio se cumplan sus derechos y el de las futuras generaciones.

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Escrito por Mateo Medina Abad

Comunicador social de la Pontificia Universidad Javeriana con énfasis en realización audiovisual y periodismo. Tiene experiencia en medios de comunicación, como Semana Rural y actualmente se desempeña como profesional de comunicaciones y creador de contenidos en Amazon Conservation Team.

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